¿Ha escuchado hablar de la inteligencia digestiva?

Si las frases “Tengo mariposas en el estómago” “Casi me vomito de los nervios” “Me dio diarrea por el susto” son comunes para usted, entonces la idea de tener un segundo cerebro en el intestino no le será extraña.

Un “segundo cerebro” funciona en el abdomen y regula ciertas emociones. Su red neuronal no elabora pensamientos, pero sí influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño.

El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (células nerviosas) llamado sistema nervioso entérico, dichas capas de neuronas son de tan amplio alcance que algunos científicos la han denominado “segundo cerebro”. Su estructura neuronal posee la capacidad de producir y liberar los mismos neurotransmisores, hormonas y moléculas químicas que produce el cerebro superior. Ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.

El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, -sí el del cráneo-, y tiene un papel clave en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo. Sin embargo, aunque su influencia es amplia, se deben evitar confusiones: el
segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones sino que gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión, por lo que gran parte de nuestras emociones probablemente se ven influidas por los “nervios de los intestinos”. De esta forma, el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al cerebro craneano.

Mediante tomografías computarizadas pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino, las personas con afecciones funcionales del aparato digestivo reaccionan a un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas. “Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”.

Hay una relación continua de intercambio de información entre los dos cerebros: en nuestro sistema digestivo se produce y almacena el 90% de la serotonina de nuestro cuerpo; es la misma serotonina que en un 10% se crea en nuestro cerebro superior y de la que depende
nuestro bienestar. El síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino. Por el contrario, el estreñimiento crónico puede suponer una falta de serotonina, que nos convierte en pesimistas y ocasiona disminución de la libido.

Al cuidar su estómago, puede mejorar su estado de ánimo. Si relajamos el abdomen nuestras neuronas estomacales producen benzodiazepinas, las moléculas que usamos como ansiolíticos para relajar e inducir el sueño y para descontracturar los músculos. Hay muchas sustancias
químicas que nosotros producimos y que si no somos capaces de liberar, manifestamos depresión, ansiedad o cansancio crónico. Para liberarlas podemos comenzar con pequeños cambios:

Masticar bien y comer con tranquilidad, en un lugar apropiado y un tiempo prudente.

– No prohibirme ir al baño ni presionarme, nuestro intestino se mueve un centímetro por minuto, es una ola de movimiento muscular lenta, tranquila y equilibrada, hay que respetarlo.

-Realizar al menos una vez al año una dieta de desintoxicación.

-Realizar un automasaje al intestino es muy beneficioso para evitar el estreñimiento, movimientos muy suaves empezando por el lado derecho y avanzando en el sentido de las agujas del reloj.

-Hacer diariamente diez minutos de estiramientos. A media tarde, cuando aparece el cansancio o ansiedad, respirar (inflando el estómago) y exhalar durante diez minutos.

-Un vaso de agua caliente en ayunas con unas gotitas de limón o menta activa la función muscular del estómago, vesícula e intestino.

-Y por supuesto, hacer ejercicio regularmente. A nivel intestinal, es mucho más estimulante 20 minutos diarios de una leve caminata que 2 horas de ejercicio extremo un sábado!

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